Cumples 33 e inevitablemente piensa uno en ti. Perdóname por hablarte de tú, pero no soy muy formal con mis amigos. De hecho, soy muy “confianzudo”, aunque tampoco te llamaré “tocayo”. Me desagrada esa palabra. Además, me gusta mi nombre pero no soy digno. JESÚS, nombre tan corto y a la vez tan grande.
Treinta y tres años y cambiaste la historia de la humanidad. Yo 33 y ya no sé ni qué está bien y qué está mal. Treinta y tres años, y dos mil después, sigues cambiando la vida de las personas. Yo 33 y no puedo con mis cruces que son mínimas. No me comparo. Yo no soy Dios. Aunque ser tu amigo, supongo que algo debe servir. Aunque yo sea un mal amigo. De hecho, perdóname también por la relación tan descuidada que tengo contigo. A veces se me olvida que eres quien no abandona, que soy yo el que se aleja.
Te soy honesto. A veces no sé si agradecerte por seguirme a donde voy, o reclamarte el no gritarme y decirme para dónde vaya. Es edad que ya debería saberlo. Es edad que ya se me ha olvidado. Por eso no me dejes, porque solo, me volvería loco. Hoy prometo no olvidar que vas conmigo. Andemos juntos. Tú tomando vino, y yo cerveza. Prometo ya no ser un mal amigo.