No sé qué pensar de este año. Creí que sería uno grandioso y ha sido uno terrible. El hijo de puta ya casi se acaba, y todavía me tiene a prueba. Pero bueno, por fin se termina este año de mierda. Pinche Tierra: le hubieras acelerado.
Tal vez es de cobardes echarle la culpa a los años, pero es más fácil pensar en este tipo de ciclos para agarrar fuerza. A veces me pongo a pensar: “si no midiéramos el tiempo, ¿cómo actuaríamos? ¿postergaríamos? ¿le daríamos tanta importancia al pasado o al futuro?”.
A pesar de lo difícil que me ha sido este año, tengo mil cosas qué agradecerle a Dios por habérmelas dado: una familia unida, a mis padres sanos, el vivir con la mujer que amo, la compañía de mis perros, trabajo, techo, la vida. Así que, a pesar de las circunstancias, me siguió dando mucha riqueza.
Sin embargo, a este 2018 entro más desmotivado que nunca. No sé si sea bueno. Entrar motivado tampoco es como que haya funcionado para cumplir propósitos. Lo único malo de que termine el 2017 es que siempre puede haber un año peor, y no me queda más que estar listo por si eso llegara a suceder. Tengo 3 metas cuesta arriba y sólo 2 dependen de mí. Que Dios me dé fuerza física, mental y emocional. Y a ustedes también.
Que tengan un tranquilo 2018.