Pasan los años y se desgasta la esperanza. Alguien dijo que los humanos somos una especie detestable que no merece sobrevivir. Quien lo dijo, vivió momentos de crudeza y maldad. Yo no. Yo soy testigo y partícipe de cómo desgastamos nuestra vida siendo esclavos. Individuos que dirigen su vida hacia lo material. Ya no por comodidad. Por apariencia. Abandonos de familias en busqueda de metales y plásticos, mas no alimento. Repudio la búsqueda del “éxito profesional” por la vaciedad de éste. La gente se pierde. El ego se encuentra. Productividad, competitividad, liderazgo y posesión son los términos que destruyen este mundo. La plata dejó de ser plata. El dinero es una herramienta de supervivencia. No entienden. Es “el estiercol del diablo”, dice Francisco.
Pasan los años y despiertas: el mundo es tan frágil como una mentira porque está construido de éstas. La escuela es tan inútil como una joya. No me leas, niño. No quiero que te des cuenta que no eres especial como tus padres te dicen. No vas a cambiar el mundo. No llores, no ser especial es bueno. No ser líder es bueno. No ser “diferente” es bueno. También si lo eres. “Nací solo”, dice un amigo. Entender esa frase hace inexistente el liderazgo. Porque todos quieren ser líderes. El liderazgo no es fuente de más amor, más salud o más vida. Moriremos solos.
Pasan los años y todo se resume a lo que dice otro amigo: “todo vale verga”. Desperdicio de tiempo en la búsqueda hastía de una misión o un camino. No existe. No existe porque no se necesita. En esta vida sólo cuentan el amor y el cómo te relacionas con la naturaleza. Jesús lo dijo hace 2000 años. Él sí era especial. El sí cambió al mundo. No como tú ni como yo. Ni como el niño que cree que es especial, pero que tal vez algún día abrirá los ojos. O no. Quizás nunca despierte y piense que su fracaso de ser o hacer “algo grande” ha sido su culpa. Yo lo sentí.