Ella habló y habló. Yo escuché. El egoísmo y mi sentimiento de posesión, aunque intentaban ensordecerme, sólo lograron agudizar más sus palabras. Aún las recuerdo. Esa breve descripción del enemigo vaticinaba que algo malo venía, que algo feo se acercaba. Y llegó. Y perdí aún conociendo al enemigo.
(11/11/10)