Escribir sobre este año es algo especial. Lo hago justo en estos días que he sentido mucha alegría sin motivo aparente. Recuerdo lo que fue el año y sonrío. Recapitulo todo lo vivido y me siento orgulloso. Fue un año de abrir muchos ciclos que más tarde se cerraron. Y la sonrisa nace cuando nacen los recuerdos de esos inicios, y la nostalgia crece cuando surgen las imágenes de esos cierres. Hablo de ciclos porque a la gente le gusta hablar de ellos, pero creo que la vida no debería interpretarse así, en la realidad, nadie regresa al mismo punto.
Recuerdo el estrés de principio de año con un cambio de vida completo en puerta: con un cambio de ciudad, de la que ya me regresé, con el arranque de un negocio que ya no existe, con el inicio de una vida en pareja con quien ya no estoy, con el comenzar a vivir con unos niños con los que ya no vivo. Recuerdo también la tristeza por haber perdido a Mocoso, el perro más fiel, quien dejó de cuidarme las primeras semanas del año, y no me pudo acompañar en mi cambio de vida.
Me quedo con la experiencia de la cafetería, con haber sido unos meses “el señor de la tiendita”, con el estrés del negocio, con lo divertido de interactuar con los alumnos y con lo desesperante de interactuar con sus papás. Me quedo con la emoción de llegar a una casa para comenzar una vida en pareja y con la frustración de no haber podido hacerlo funcionar. Me quedo con el cariño de Isa y el amor de Niquito. El alejarme de ellos es sin duda lo que más difícil se me ha hecho y lo que más trabajo me ha costado superar este año. Nunca imaginé que el amor a los entenados pudiera ser tan fuerte. Es como el amor a mi sobrino: no es mi hijo pero daría la vida por él. Lo mismo.
Me quedo con haber acompañado a mi tía Enriqueta en los últimos días de su vida, y con el cariño de las madres quienes le acompañaron toda su vida. Ese mes fue sin duda el más gratificante del año.
Reconozco mis errores, que fueron muchos. Agradezco el apoyo de mis amigos en los momentos difíciles, que también fueron muchos. Especialmente a Manuel, Ale y Bere.
Gracias Dios por darles otro año de vida, y con salud, a mis padres. Gracias por el trabajo y porque lo económico va bien. Gracias por hacerme la persona que soy. Sé que escuchas mis oraciones cada día.
Recuerdo el 2022 y sonrío.
¡Feliz 2023!