Todas acciones de que imponen los gobiernos actualmente van encaminadas a un mayor control de la sociedad.
La diferencia entre una señal digital y una analógica (sin meterme a cuestiones técnicas, que tampoco soy experto) es que la primera es una señal codificada. Es decir, se necesita un decodificador para recibirla, interpretarla y mostrarla. Por su parte, la señal analógica sólo la recibe el receptor y la muestra tal cuál es. Esta diferencia es visible cuando vemos en los sistemas de cable o televisión satelital (que son señales digitales) que un canal no se ve bien y empieza a mostrar como cuadros. En cambio, en una señal análogica, cuando no hay buena señal, simplemente vemos “ruido” o “granizo” en pantalla.
¿Qué tiene qué ver esto con un mayor control de la sociedad?
Con una señal digital, se puede saber cuántos equipos “decodificaron” dicha señal. Es decir, cuántos televisores se encendieron en qué canal. Por su parte, esto no es posible con una señal analógica. Estamos en una sociedad en la que la privacidad ha dejado de ser opcional, en el que la información de la sociedad con fines comerciales y políticos, ya es el principal motor para el desarrollo de tecnología, y es mediante ésta, que las personas entregamos información de nuestra vida diaria a diferentes entes de diferentes sectores sociales.
El pretexto del apagón analógico ha servido además en México para crear negocios millonarios en “pro del avance tecnológico del país”. Comenzando desde los 20 millones de televisores que se regalaron (aunque creo que al final no hubo abasto para esa cantidad), y pasando por la recolección de las televisiones analógicas, las cuales no sólo no se las pagan a las personas, sino que no les dicen que su televisión puede seguir siendo útil mediante un decodificador o un sistema de televisión de paga (que también usa decodificadores). Es más, ahora resulta que las televisiones analógicas ya son un riesgo para la salud. A 90 años de su invención, nos enteramos de esto. Obviamente nunca nos dijeron eso durante la época de gloria de este aparato, el cuál, no olvidemos que ha sido la principal herramienta de control cultural que ha existido.