Aquel momento

Estabas tirada en la cama. Desnuda. Tu piel era una expresión de la pureza de tu ser, de tu cuerpo. Las sábanas se negaban a tapar lo más bello que había en ti: tu cara. Tus ojos brillaban como nunca. Tu sonrisa se veía triste, nerviosa. Escondías algo que sólo tú sabías. Ocultabas inútilmente ese sentimiento desesperante del no saber cómo actuar, del no saber qué decir, del no tener valor para decidir. Pero lo hiciste. Y la tormenta comenzó a caer, y el granizo a golpear los vidrios de la alcoba, y el alma a temblar para retroceder en el tiempo. Y tu cuerpo seguía tan puro como siempre, y las sábanas ya no cubrían ni tu cara, ni tu torso. Ni tus piernas, ni tus sentimientos. Tu sonrisa se volvió seria. Se apagó de repente. Y yo buscaba regresar el tiempo inútilmente, parar la lluvia estúpidamente, y volver a estar ahí, contigo, entre las sábanas que vivieron el amor, y que, con la lluvia, absorbieron la pasión.

(7/08/09)

Deja tu comentario

Fill in your details below or click an icon to log in:

WordPress.com Logo

You are commenting using your WordPress.com account. Log Out /  Change )

Facebook photo

You are commenting using your Facebook account. Log Out /  Change )

Connecting to %s

%d bloggers like this: