Hace quince años escribí un post acerca de escribir en papel en lugar de pantallas. Era el 2010 y ya tenía claro que para trascender en pensamientos, hay que escribirlos en papel. Lo he cumplido al mínimo. En papel plasmo, eso sí, lo más íntimo, aunque mucho de eso lo transmita también por canales digitales.
En el 2010 seguíamos en el boom de las redes sociales y del microblogging. ¿Cuántas ideas desaparecieron con Google Buzz, Geocities, Google Plus o MySpace? Todos hablan del conocimiento perdido (por su valor histórico) en la Biblioteca de Alejandría o los códices mayas o chinos, sin embargo, en cantidad, en huella histórica de la humanidad, estoy seguro que en nada se compara con la pérdida de información que ha habido con la desaparición de redes sociales. Muchos posts que he escrito a lo largo de mi vida, han sobrevivido por dedicarle el tiempo a migrarlos de un servidor a otro, pero estoy seguro que muchos también se perdieron en esos cambios.
Por eso, para trascender, hay que escribir en papel, que es autónomo de dominios y redes, e inmune (casi) al paso del tiempo. Tampoco va de darle permanencia a cualquier cosa. Lo digital funciona bien para lo efímero y temporal. Para lo que al rato o mañana perderá su valor. Pero definitivamente, hay cosas que son mejor expresar en la arena, y otras mejor grabarlas en piedra.