Lamentable ajedrez

Triste interactuar es calcular reacciones, medir tiempos. Lamentable ajedrez convirtieron las redes sociales las relaciones. Aquí no hay reyes ni reinas, como muchos piensan: todos somos peones. Ridícula lucha de egos. Vigías desde una trinchera representada en “confirmaciones de lectura”. Estrategias de humo basadas en la medición de tiempos de respuesta, como si fuésemos piezas de madera o marfil, y no sistemas de emociones. Contenemos las ganas derramando inseguridades en un tablero en donde vencer al contrario es más importante; en donde da miedo mostrar las debilidades. Estúpida idea de que a mayor tiempo de respuesta es mejor el movimiento. Torcido actuar levantarse de la cuadrícula de una conversación, el pararse sin inclinar al rey a manera de despido.

Astucia mal interpretada de un banal juego de escondites: no veas que estoy en línea, como si el ponerse una manta fuera a desaparecer a las piezas y al jugador. No veas que te veo, aunque en la realidad no exista contención suficiente para informarte que es así. Que quiero que sepas. Que nos gusta saber que están del otro lado del tablero, del teléfono.

Qué terrible es el ajedrez cuando no quieres jugarlo. Cuando quieres actuar como humano y expresar sentimientos, transmitir emociones y actuar con querencia: sin tiempos, sin vistos, sin cálculos sin fundamento. Cuando quieres jugar a comunicarte sin estrategia. Cuando te ponen el tablero con puros peones, y entre caballos y alfiles, tienes que llegar a ella.