Leyó cual desesperado. Tenía prisa de absorber todo lo que pudiera. Recordó aquel momento, el más fuerte de su vida, que tomó alcohol para absorberse de la realidad; como si cada trago le diera resignación. Esta vez era diferente: No había terceros, cuartos, quintos. Era él solo y su prisa contra no sabía qué. Estaba consciente de cada palabra y de cada sensación producida. ¿Qué le decían? Solo él sabía, ¿Por qué la prisa? No lo sabía, pero había que aprovechar cada minuto. Sabía que pronto lo necesitaría.