Los medios se han encargado de que al pensar en un sindicato, pensemos en personajes como Elba Esther Gordillo, como Romero Deschamps, personajes que se han enriquecido en nombre de la defensa de los trabajadores. La generalidad no es así. La generalidad es la de millones de trabajadores en todo el país, trabajando bajo abusos, injusticias e ilegalidades por parte de sus patrones y de millones de empresas. Por eso insisto: siempre será mejor un sindicato abusivo que un patrón abusivo.
No solamente son los sueldos de miseria que se ofrecen, no solamente son los requisitos llenos de racismo y discriminación a la hora de seleccionar personal: mujeres con buena presentación, hombres no mayores de 40 años, mujeres casadas, mujeres solteras, etc. Basta dar una revisada rápida a las ofertas laborales. Pero no sólo es eso,¿Cuántas personas trabajan en Colima (y en México) sin seguro social ni prestaciones de ley? ¿A cuántos trabajadores les cobran multas sus empleadores por cualquier capricho por el que se les ocurra descontarles de su sueldo? ¿Cuántos trabajadores no reciben un sueldo porque trabajan “por comisiones” o “por propinas”? ¿A cuántos exempleados los amenazan con demandarlos si trabajan en otra empresa de la misma industria queriendo prohibir que una persona trabaje en lo que sabe hacer? ¿Cuántas personas no ponen sus recursos como computadora, vehículo y teléfono sin recibir un pago a cambio de esto? ¿Cuántas personas trabajan bajo contratos mensuales para supuestamente evitar que generen antigüedad y evitar el pago de indemnizaciones si ya no los requieren?
Hoy los departamentos de recursos humanos no son departamentos que administren y cuiden el bien más importante de una organización: las personas, son departamentos que se han convertido en verdugos y ejecutores de injusticias patronales.
En las últimas semanas diferentes personas me han reportado injusticias en sus empleos con la finalidad de que lo haga público. No lo hago público por tratarse de problemas entre particulares, pero sí los señalo conservando el anonimato de ambas partes:
Una persona que después de tres años laborando en una empresa, al que le tocaban $40 mil pesos de liquidación, le pagaron el 10%. Es su primer empleo. Si demanda, no le dan carta de recomendación. Eso, aunado a que las empresas, cual mafiosos, tienen un “pacto de caballeros” en el que no contratan a un trabajador que decidió defenderse legalmente, y aquí entra otro caso:
Una mujer que superó todo el proceso de selección, pero cuando el área de recursos humanos descubrió que había demandado a su antiguo empleador, no la contrató. No les importó que la demanda hubiera sido por acoso sexual.
Otra persona, que después de trabajar ocho años para una empresa, la despidieron (junto a todos sus compañeros) de un día para otro, y no los liquidaron porque la razón social para la que supuestamente trabajaban la declararon en quiebra, aunque la empresa siga funcionando bajo otras razones sociales.
Otra persona que despidieron por tener una enfermedad hormonal que no afecta su trabajo, y por el cual, incluso, recibió reconocimiento antes de que supieran que tenía dicha enfermedad.
Dice Richard Branson: “entrena a tus empleados lo suficientemente bien como para que se puedan ir. Trátalos lo suficientemente bien para que quieran quedarse”. Aquí es el contrario: no los capacitan porque luego se les van. No los tratan bien… “que agradezcan que les dan trabajo”.
A los empresarios les gusta pararse el cuello al decir que generan empleos, como si los generaran por caridad y no por una necesidad operativa de su negocio. Como si lo hicieran por un favor y no porque necesitan del trabajo de otras personas para que su empresa funcione, pero ante circunstancias económicas adversas, los recortes de personal no fallan. ¿En dónde quedaron los empresarios como Eugenio Garza Sada?