
A veces actuamos por complacer a las demás personas. No me refiero a la típica aprobación social/banal que muchas personas quieren, y para la que terminan comprando una u otra cosa para obtenerla. Me refiero a cosas realmente importantes, por ejemplo, nuestra familia. Un ejemplo claro de esto son aquellas personas que se quedan solteras y que son quienes terminan cuidando a sus padres en la vejez, quedándose solos al final de sus vidas.
Aunque seguramente hay quienes nacen para ayudar a los demás, no creo que sea bueno sacrificar la felicidad propia por la felicidad de alguien más, así sean nuestros padres o nuestros hijos. Pero no nos confundamos: no hablo de no querer apoyar a los demás o de no realizar pequeños sacrificios por el bienestar de las personas que nos quieren, sino de sacrificar toda la vida por los demás, por miedo a que si no lo hacemos, nos sintamos que estamos siendo egoístas.
Nunca me he encontrado en una situación tan fuerte como la del ejemplo, sin embargo sí he limitado varias decisiones que me gustaría tomar por miedo a que vayan a pensar que soy un egoísta. Es más, hace poco me sentía así hasta que me di cuenta que ni estoy haciendo lo que quiero pero tampoco es como que ayude mucho a las personas que pienso.
Se me ocurre preguntarnos lo siguiente para clarificar este tipo de situaciones:
- ¿Estamos haciendo lo que queremos?
- La persona que creemos nos necesita, ¿realmente necesita de nuestra ayuda?
- Si creemos que estamos ayudando, ¿realmente lo estamos haciendo o es más lo que estorbamos?
- ¿La podemos ayudar en nuestra situación actual?
- ¿Qué otras opciones de ayuda tenemos?
- ¿Hay manera de ayudar y a la vez hacernos cargo de nuestra vida con nuestras decisiones?
- ¿Qué es lo peor que puede pasar si nos comportamos “egoístas”?
La verdad es que la vida es muy corta como para no tomar acciones por nuestra voluntad y no por miedo, claro que si esas decisiones incluyen el ayudar a los demás porque es tu convicción, pues qué mejor, pero sólo así, y que sea ayuda necesaria y de verdad.