Parecía que leía mi obituario. Era una sensación tan extraña como cuando descubres las cosas que conservaba en los cajones alguien que ya falleció. Como ver tu funeral en tilt down. Como pararte en el futuro y ver el pasado. Era esa comparación inevitable de las reacciones de la gente con mis imaginaciones y suposiciones de cómo actuarían ante mi final. Era un extraño. Era un espía. Era un voyeur. Y veía, leía y pensaba. Como si estuviera en vida.