Me acordé de este tema debido a lo ridícula y patética que es la discusión acerca de si Genaro García Luna puede o no, portar la medalla que le otorgó Colombia.
¿A qué le tenemos tanto miedo? ¿Por qué un servidor público no puede recibir premios de quien sea que le otorgue uno? ¿En verdad tememos que se establezcan compromisos con otros países? ¿En verdad un reconocimiento te va a hacer servil a alguien o a algún país? No es la primera vez que sale este tema a discusión, y ultimadamente este botón es de los menos importantes.
Regresando al tema de la xenofobia, no es posible que sigamos prohibiendo que los extranjeros opinen sobre nuestra política y asuntos internos, ¿Qué clase de democracia somos si no permitimos la opinión pública internacional? ¿por qué le tenemos tanto miedo a lo que puedan decir los no mexicanos? ¿Qué democracia desarrollada (a la cual se supone aspiramos) prohibe que la prensa internacional pueda ejercer en su país?
Y no sólo eso, somos tan ridículamente xenofóbicos, que limitamos la inversión a quienes quieren venir a hacer negocios a México: restricciones para invertir en medios de comunicación, prohibición para que un extranjero invierta en transporte, prohibición para que un extranjero compre propiedades en la costa, etc. y aunque muchas de estas ridículas prohibiciones se esquiven mediante prestanombres y fideicomisos, nuestro marco legal hacia los extranjeros sólo está promoviendo que así se hagan las cosas: de forma ilegal.
Complicamos la vida a quienes vienen a trabajar, estudiar o disfrutar del país: se les imposibilita sacar una cuenta bancaria, un plan de celular, y ni hablemos de un crédito.
Ridícula xenofobia que no permitió que Carlos Hank González fuera presidente de México y que criticó a Vicente Fox por tener madre española y abuelo gringo.
Ni hablar del racismo y rechazo hacia los centroamericanos, hacia los gringos, hacia todo el que esté aquí más de 3 días (porque como dicen, “la visita y el muerto, a los 3 días apestan”) o todo el que nos señale nuestros errores desde su país.
¿A qué le tememos? ¿En verdad creemos que llegará de nuevo un país a conquistarnos? ¿Será la desconfianza que hay entre todos los mexicanos que creemos que llegará uno de nosotros a venderlo todo? ¿Será una combinación de miedo y orgullo a que nos digan cómo hacer las cosas, o por el contrario será que nos sentimos superiores?
Tal vez la xenofobia sea producto de la arcaica defensa a la soberanía que todavía muchos predican. ¿Estamos dispuestos a desacelerar, o incluso a quedar fuera, de una globalización integral? Parece que sí.
(24/05/11)