Dios es grande, y en verdad creo que siempre escucha nuestras oraciones. Antier, producto de un intenso recuento de los últimos meses de mi vida, y de lapsos de desesperación que me llegan porque algunas cosas no van como me gustaría a pesar de más esfuerzos que he aplicado, pedí a Dios me ayudara a detectar qué estaba haciendo mal y ese pensamiento se me ocurrió ponerlo además en Facebook.
Al otro día, como si mi madre (nuevamente) supiera cómo me sentía, me hizo llegar un correo que hablaba del perdón. Inicia así:
- El perdón es la base de toda sanidad en la mente, conciencia y corazón.
- El perdón es la clave de la liberación espiritual.
- El perdón es una barrera que debemos cruzar para ser totalmente libres en nuestro interior.
Justamente semanas atrás yo había escrito sobre el Perdón para el blog de la empresa en que trabajo, sin embargo, no me había percatado en la importancia que tenía esa palabra en esta etapa de mi vida, y el enfoque que debía tener en ella para poder mover varias cosas.
“Sin perdón hay dolor, hay rencor, hay resentimiento y amargura”. Sin duda, lo he vivido en esta etapa de mi vida y no es fácil superarlo si uno no está consciente de eso, por eso habla de los 4 tipos de perdón, a los que yo le cambiaría la palabra “tipos” por “etapas”.
El primero es el perdón a uno mismo; sinceramente no es mi fuerte. Hay errores que he cometido que me sigo reprochando durante mucho tiempo, y en el que la compasión a mí mismo aparece como sentimiento conjunto a mi actitud de reproche. Dice Milán Kundera en La Insoportable Levedad del Ser “No hay nada más pesado que la compasión, ni siquiera el dolor es tan pesado…” y cuando es hacia nuestra propia persona, es mucho más intensa.
Hoy me he perdonado mis errores, y aunque seguramente no será fácil olvidarlos, como dice el correo, será parte de “aceptar mi condición como ser humano”. Creo que es el paso más importante para la liberación, y es dejar de lado al juez más duro que existe: nosotros mismos.
La segunda etapa, me he dado cuenta que era la más presente en mi día a día. El no perdonar a los demás, se puede volver una carga insoportable por nuestra soberbia a no aceptar el que nos hayan herido. “Las heridas duelen y a veces mucho” leí en ese archivo que me envió mi mamá, y sí, a veces demasiado, pero hoy perdono todo aquello que tengo que perdonar, con las personas que sólo yo sé tengo esa deuda, sólo con ellas, aunque nunca me hayan pedido tal perdón. Hoy me quito las cadenas que me autoesclavizaban y TE PERDONO, Y PERDONO TODO LO MALO QUE HAYAS HECHO Y QUE HAYA RECAÍDO SOBRE MÍ (si acaso me estás leyendo) de la forma más humilde y sincera que me permita mi ser. Nunca más tendrás reclamo o reproche alguno de mi parte porque ya no hay rencor en mi ser.
Todas las personas le fallamos a alguien en algún punto de nuestras vidas, y cuando nos toca ser los afectados, no podemos más que estar conscientes de eso y ver que es parte de la naturaleza de nuestra humanidad y nuestro planeta. Que el libre albedrío del que hablan las letras que me dan la lección, no puede ser interferido, y pienso, debemos evitar que ese libre albedrío de otra persona nos quite la posibilidad de ser como él: libres.
Puedo decir orgulloso que estoy aprobando estas dos etapas, y que la tercera etapa que habla de perdonar a Dios por las pruebas y caminos que debemos de superar para llegar a algo más grande, no es un paso complicado para mí, ya que, debido mi autoreprensión (la que superé en la primera etapa) mis reclamos a Dios no han solido ser comunes, porque vaya, me he culpado a mí, no a Dios.
Por último, sólo me resta pedir el perdón de Dios, el cual creo será el paso más fácil porque hoy he aprendido a reconocer mis fallas, y porque como dice el correo, Dios no da amor, Dios es amor.
Pero quiero agregar el quinto paso que es agradecerle a Dios el escucharme siempre, y que ante esa petición que le hice antier, me haya enviado la respuesta tan rápido y tan directa. Me ha dicho qué estaba haciendo mal, hoy lo corrijo y sigo adelante.
Ahora sé, qué es una carga mucho más pesada el no perdonar a alguien, que el que no te perdone alguien. Si alguien no te perdona es porque quiere seguir sufriendo por tu error; si tú no perdonas, es porque tú quieres seguir atado al sufrimiento y a la decepción que te detienen.
Hoy, me reencuentro con la libertad y empiezo a correr nuevamente en la vida gracias al perdón, pero sobre todo a Dios que al preguntarle, me dijo qué estaba haciendo mal en mi vida, y lo mejor, usando al mejor medio que pudo encontrar para hacérmelo llegar: mi mamá.
(23/07/10)