Dicen que los hombres, a diferencia de las mujeres, toda la vida cargamos los gustos que adquirimos de niños: deportes, caricaturas, hobbies.

En lo personal, así ha pasado: permanece mi gusto por ciertas caricaturas y ciertos ídolos. Hubo caricaturas que me marcaron: primeramente los Thundercats. Recuerdo a Lion O y la “espada del augurio”. La fantasía de “ver más allá de lo evidente”.
Recuerdo mi primer viaje a Knotts Berry Farm, a los 5 años, en donde adquirí mi gusto por Peanuts y Snoopy. Se me sigue haciendo increíble cómo una tira de periódico ha trascendido tanto. Sin embargo, la caricatura que más me marcó fueron “Las tortugas ninja”. Sigo siendo fan hasta hoy, por lo que he visto todas sus películas. Hubo otras como Super Campeones o Caballeros del Zodiaco, que aunque me gustaban, no fueron relevantes para mí. Más tarde, el gusto por los Simpson que a la gran mayoría de mi generación nos gustó y que muchas veces seguimos usando como referencia.
Pero no solo son caricaturas. He “coleccionado” juguetes Playmobil durante años. Gusto que nace bajo el mismo concepto: aunque las dinámicas de fantasía con las que uno juega con sus juguetes de niño, quedaron en la infancia, el simple hecho de tenerlos guardados en su caja, evoca nostálgicamente una etapa más sencilla.
No todo los gustos por cosas infantiles los adquirimos de niños. Bluey es una caricatura reciente, y creo que es la caricatura más hermosa jamás realizada. Será que evoca a valores familiares que a su vez, transportan a “un pasado. mejor”. El gusto ya de adulto por una caricatura, es como agarrar un nuevo ídolo deportivo: un ícono que te genera emociones. Al final, los hombres siempre despertamos al niño que tenemos dentro.