La gente trae muy aprendida la mentira esa de “para poder amar a otro, primero debes amarte a ti mismo”, parte de las falacias que ha enseñado a lo que llamo el New Age Emocional, que hizo mucho eco en la sociedad por tantos vacíos que hay en nuestra generación: Desapego espiritual, exacerbación del individualismo, sobrestimación de lo material y lo superfluo, carencia de pensamiento crítico.
Y es que ahora resulta que para poder amar a otro, primero debemos amarnos a nosotros mismos, pero para amarnos a nosotros mismos, primero debemos de sanar (como si estuviéramos todos enfermos), y en eso, se nos va la vida y nos encontramos con generaciones solitarias, porque no nos enseñaron que el único objetivo del ser, es trascender a través de la procreación. No nos enseñaron que los humanos somos seres gregarios que debemos vivir en familia y comunidad. El problema es que ese New Age Emocional, permeó no solo los contenidos express de las redes sociales, sino las grandes producciones, los medios masivos, y hasta a los profesionales de la salud mental, convirtiéndose en parte de una agenda junto con muchos otros temas. Qué triste aspirar a estar terminado para poder amarse como condición para poder amar.
“Más vale solo que mal acompañado” es el viejo mantra de quien no quiere enfrentar la incomodidad de una relación, de quien espera encontrarse a una persona sin carencias ni heridas emocionales, como si un día nos completáramos en todos los sentidos. Se nos olvida que las personas no sanan, las personas transitan con cicatrices y heridas, que mientras unas cierran y duelen, otras nuevas se abren en un proceso que no termina.
Contrario al amor egoísta que predica esa moda, el amor por otra persona es vida para el que no se ama, es curación para el herido (que todos lo estamos), es proyecto de vida para el desorientado, es trascendencia e inmortalidad. El verdadero amor no es el propio, sino el que ofrece tiempo y vida por el otro, así como otros ofrecen lo mismo por la nuestra.