
Ya pasó un mes de que Dolly no está y no había podido escribir sobre su recuerdo porque Julio fue complicado. Recuerdo cuando llegó a mi casa como un favor para cuidarla solamente dos semanas. Yo tenía apenas 15 días viviendo en esa casa y no estaba en mis planes hacerme de una mascota. Dolly tenía 4 años, yo 28. Recuerdo el susto que me sacó la primera noche cuando empezó a aullar en la madrugada. Los primeros días que se me escondía debajo de la escalera.

Siempre fue una perrita muy educada: hacía sus necesidades donde debía y la podía sacar sin correa sin miedo a que se escapara. Fue una perra fuerte: sobrevivió a la piometra y a un ataque de una pitbull. Incluso llegó a morder a Mocoso que era mucho más grande que ella. Nunca le gustaron mucho los niños ni las fotos. Nerviosa como era, se supo adaptar rápido cuando llegaron Morro y Mocoso a vivir con ella, pero nunca se adaptó a mi estancia en Guadalajara, en donde me acompañó un corto periodo.

De mis tres perros, fue la primera en llegar y la última en irse. Me acompañó 12 años en cuatro casas. Disfrutaba ir a casa de mi madre quien la chiqueaba mucho. Nunca le gustó dormir en camas por más que le compraba: siempre dormía en el suelo.
Dudo llegar a tener perro más hermoso. No había día que saliera sin que alguien hiciera un comentario de lo bonita que era. Gracias por esos 16 años que hiciste este mundo más bonito. Ya te estoy extrañando.