Soy mexicano pero no lo vuelvo a ser

“Soy mexicano pero no lo vuelvo a ser” sueña que responde El Gallito de Jojutla, en El Mariachi de Juan Villoro, cuando le preguntan sobre su nacionalidad. ¿Cuántas personas en realidad pensarán o querrán lo mismo? Muchas personas que han tenido que abrirse camino en el extranjero porque este país no les dio oportunidad de crecimiento ni de realizar sus sueños. Muchos siguen sintiéndose orgullosos de ser mexicanos, pero muchos, renuncian incluso a su nacionalidad natal para adquirir la del país que realmente llevan en el corazón.

Pero ¿Qué es lo que no nos gusta de este país? Demasiadas situaciones nacionales pueden ser la respuesta. Puede ser el retraso económico que hemos vivido durante toda nuestra historia y que impide, u obstaculiza, la realización de sueños. Retraso que sumerge a la mitad de la población en la pobreza, la cual, no permite disfrutar de uno de los valores, que aunque no más importante, sí de los más necesarios, como lo es el dinero. O a lo mejor no queremos ser mexicanos por el racismo. Ese racismo permanente que no aceptamos como hábito pero que aplicamos día a día de manera generalizada, y en el cual, somos víctimas y victimarios. Porque aquí nadie se salva. Rechazamos a los prietos, a los chaparros, a los altos, a los gordos, a los extranjeros, a los güeros, a las mujeres, a los indígenas, a los flacos, a los discapacitados, a los pobres, a los ricos, a los güevones, a los entusiastas, a los políticos, a los empresarios, a los ignorantes, a los intelectuales, a los ecologistas, a los corruptos, a los honrados, a los pendejos, a los astutos. A todo el que sea humano. Peor, a todo lo que tenga vida. Pudiera ser también causa de arrepentimiento mexicano, la sociedad falo céntrica que hemos construido, y a la cual hace referencia en múltiples ocasiones Villoro en su libro. La incongruencia de creerse y aspirar a ser un país avanzado, pero ser tan vulnerables ante situaciones banales, como un “puente largo”, como una mención a nuestras mujeres bigotonas, o como, en El Mariachi, a un pene, a ese pene que rige las relaciones sociales, y que, como si fuera Dios, es venerado pero a la vez temido. Ese pene que engrandece al “Gallito” cuando hacen creer a la gente que tiene un miembro de grandes proporciones, situación que no le parece, pero por la cual, en un principio, tampoco estaba dispuesto a mostrar la realidad.

No culpo a los que por falta de identidad, preferirían haber nacido en cualquier punto del planeta que esté fuera de los 2 millones de kilómetros cuadrados de esta nación. Porque recordemos que este país no se encuentra ni en el espejo: No sabe qué es, cómo es, ni cómo ni cuándo se perdió. Hemos construido una “identidad” recogiendo la basura que dejó un evento al que llamamos “Revolución Mexicana”, pero que de ese espejismo creado forzadamente, hoy pocos podrían asegurar tener siquiera un rasgo proveniente de ese movimiento.

En esa extraña creación estereotipada del mexicano, también se han adoptado varios elementos oriundos de Guadalajara y sus alrededores. De esa Guadalajara de la que huye Brenda en El Mariachi. De esa muestra representativa que aterra y hace huir a muchos. En Guadalajara, el que no es charro o futbolista, es puto, se afirma. A mí me advirtieron desde mi llegada a esta ciudad, que aquí no puedes salir con amigos en números pares. O salen cinco, o salen tres, o sales solo. Y sinceramente, en esta ciudad, he visto más putos que charros y futbolistas juntos. Eso, sin contar seguramente a los que son charros, futbolistas y putos a la vez. Combinación que, se quiere creer, sería como agua y aceite, pero que en realidad es como agua y agua, y que por supuesto, no se aplica en una identidad aspiracional, y por la cual, “el Juan Gabriel” representado en el cuento de Villoro, reprime sus tendencias homosexuales, que se ven reflejadas en sus fantasías con Schumacher, su especial gusto por el sexo oral (que se afirma que cuando se tiene predilección por éste por encima de la penetración se tienen tendencias homosexuales) y la facilidad con la que besó al actor.

Esa identidad auténtica que no tenemos es la que debería de arraizar a las personas a México. Esa carencia es por la que muchos mexicanos “tampoco volverían a serlo”. Pero no nos conformamos con no querer serlo, sino que no aceptamos al que sí quiere. En México, durante el año 2008, mil novecientas cuarenta personas obtuvieron su declaratoria de nacionalidad, y cuatro mil cuatrocientos setenta y uno su carta de naturalización, que aunque es el año más bajo en la década, no representa una tendencia. Para nosotros, los mexicanos que nacimos aquí, valemos más por el simple hecho de haber visto por primera vez la luz en esta tierra. Sin embargo, ¿Qué vale más, alguien que por azares del destino fue mexicano, o alguien que por su propia elección quiso serlo? Al parecer el destino está por encima, y rechazamos cuando alinean en la Selección de futbol a alguien naturalizado; no se diga cuando esos naturalizados empiezan a arrebatar los mejores puestos laborales del país.

“Soy mexicano pero no vuelvo a serlo” seguramente muchas personas exitosas como lo fue González Camarena pensarían lo mismo, personas que a su capacidad y logros no se les ha sabido recompensar, y mucho menos, ha sabido el país aprovechar de esa gente privilegiada, que sí se da en esta tierra, pero que pocas veces descubrimos o les creemos, lo que evidencia que los “Los Culpables” de no querer ser mexicanos, somos los mismos mexicanos.

Fuente:

VILLORO, JUAN. (2007). Los culpables. OAXACA DE JUAREZ, OAXACA.: ALMADÍA.

Estadísticas de Permisos Art. 27 Constitucional y Documentos Art. 30 Constitucional. Dirección general de Asuntos Jurídicos. Secretaría de Relaciones Exteriores. 2009. URL:http://www.sre.gob.mx/tramites/juridico/estadisticas.htm accesado el 19 de Noviembre de 2009.

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